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Textos Sociales Y Otros Escritos

Recuerdos de un tal cura Miguel Hidalgo.

Por: Angulo Torres Melchisedech.

 

Nos une la sangre, para poder conformar una sociedad ordenada y tranquila. Nuestra propia religión nos ha hecho hermanos. La opinión pública, tendría que ser conducida por el camino de la luz, donde estemos obligados a encontrar condiciones para estar en paz con el prójimo y con uno mismo. Somos Ángeles de paz, y debemos defender tanto la ciudad como el cielo.

Esta santa fe nos concede derechos y obligaciones, impone los deberes de la obediencia, el respeto y el acto de sujeción para con las autoridades, nosotros somos las columnas vertebrales que sostienen el orden establecido, en la época que nos está tocando vivir, el ejército no puede dar un golpe, y ya no puede haber otra revolución; en todo caso, sería una rebelión.

En la anarquía se ven gravemente relajadas las costumbres, y trae infidelidad entre la mayoría de sus integrantes. En el cumplimiento de nuestras obligaciones, jamás estaremos lejos de la justa causa, ya que la constitución promueve el respeto y la reconciliación, en vez de la discordia y la desobediencia. Somos el fruto de una semilla que se cultivó para evitar la alteración de la tranquilidad.

Esta es una patria libre, donde se pueden hacer escuchar las exigencias de muchas voces, de voces que prefieren fortificar las entradas antes de ser invadidos, de voces a las que no les importa clausurar lo que sea necesario hasta que pase la contingencia. Hay más de uno que sueña que vuela con ángeles y a lado de arcángeles, custodiando la ciudad.

El orden social, como todo lo divino y lo humano no deben ser trastornados, más aún, hay que reforzar los vínculos sagrados que unen el cielo con la patria que son: a saber, las relaciones en el trabajo, con la familia, de padres a hijos. Por alguna razón hay personas y lugares que han sido castigados, más allá de que en este momento debamos guardarnos hasta que pase la ira del señor.

Habría que comenzar por bajarnos del trono de nuestra soberbia y reconocer los designios divinos como los de la Tierra, y con el auxilio del cielo replantear nuestros proyectos en esta vida, que de ello dependen las cuentas que vamos a entregar. Si no es así, conviene irse acostumbrando al peso de nuestras cadenas al haber elegido no romper cada una de ellas.

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