“La mayoría de nosotros tendremos que adoptar una nueva posición frente al futuro, una nueva y aguda percepción del papel que éste desempeña en el presente, si queremos enfrentarnos con éxito a los rápidos cambios”. Alvin Toffler, “EL SHOCK del futuro” 1970.
Como podemos ver con estas palabras de Toffler, el cambio que hoy vivimos, algunos futurólogos visionarios ya lo mencionaban, y podemos ver que no se equivocaron, y que mucho de lo que dijeron se está realizado.
Otro de ellos, Eamonn Kelly en su libro “La década decisiva” (“Powerful Times”), publicado en 2006, en el prefacio menciona “Por más de una década ha sido obvio que vivimos en una época de cambios, pero ahora también parece que estamos viviendo un cambio de época. Durante la próxima década, las selecciones y acciones colectivas de los pueblos, las empresas, las organizaciones y los gobiernos de todo el mundo probablemente definirán y darán forma a la civilización global de la próxima y las futuras generaciones. Son en realidad tiempos poderosos, y exigirán una apertura de la mente y el corazón que no se da fácilmente. Esta época exige que adoptemos una sólida orientación hacia el saber, la experimentación y los descubrimientos que vamos a necesitar para reconocer la incertidumbre y aprovechar la ambigüedad, aunque nuestro impulso sea buscar consuelo en la certeza y aferrarnos a un conjunto de convicciones, suposiciones y creencias familiares con objetivos definidos y alentadores”.
Alvin Toffler en “EL SHOCK del futuro” mencionó que el veía una “Estrepitosa corriente del cambio, una corriente hoy tan poderosa que derriba instituciones, trastorna nuestros valores y arranca nuestras raíces”. Nos prevenía acerca del cambio que veía, “El cambio es el fenómeno por medio del cual el futuro invade nuestras vidas, y “La aceleración del cambio en nuestro tiempo es, en sí misma, una fuerza elemental”, por lo que nos hace complicado el vivirla, pues la velocidad del mismo nos causa incertidumbre que muchas veces nos enferma. Situación que también advirtió al mencionar que “Este impulso acelerador acarrea consecuencias personales y psicológicas, y también sociológicas. A menos que el hombre aprenda rápidamente a dominar el ritmo del cambio en sus asuntos personales, y también en la sociedad en general, nos veremos condenados a un fracaso masivo de adaptación”.
“Lo Primero que “vi claramente que el «shock» del futuro ya no es un posible peligro remoto, sino una verdadera enfermedad que afecta a un número creciente de personas. Este estado psicobiológico puede describirse en términos médicos y psiquiátricos. Es la enfermedad del cambio. Segundo: me espantó, gradualmente, lo poco que saben hoy en día de adaptabilidad tanto los que exigen y producen grandes cambios en nuestra sociedad, como aquellos que pretenden prepararnos para hacer frente a tales cambios”. Todo propósito de definir el contenido del cambio debe incluir las consecuencias de la rapidez de éste, como parte de tal contenido.
Le preocupo que en medio de la época más velozmente cambiante con que jamás se haya enfrentado el hombre, seguimos ignorando lastimosamente las reacciones del animal humano. Y que tanto los psicólogos como los políticos se sienten turbados por la resistencia, aparentemente irracional, al cambio de que dan muestras ciertos individuos y grupos, a lo que se pregunta, ¿Por qué algunos hombres anhelan, incluso febrilmente, el cambio, y hacen todo lo posible para que se produzca, mientras otros huyen de él? Nos dice que no sólo no encontró
una respuesta convincente a estas preguntas, sino que descubrió que incluso carecemos de una teoría adecuada de la adaptación, sin la cual es sumamente improbable que hallemos aquella respuesta.
William Ogburn, con su célebre teoría de la retardación cultural, sostuvo que las tensiones sociales proceden de los grados desiguales de cambio en diferentes sectores de la sociedad. El concepto de «shock» del futuro —y la teoría de la adaptación que se desprende de él— indica vivamente que tiene que haber un equilibrio no sólo entre los grados de cambio de los diferentes sectores, sino también entre la velocidad de cambio del medio y la rapidez limitada de la reacción humana. Pues el «shock» del futuro nace de la creciente diferencia entre las dos.
Toffler también mencionó que era importante prepararnos por que el cambio es tan profundo que “Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender”, situación que hoy observamos al ver el conjunto de nuevas habilidades que los empleos actuales requieren, entre las que destacan la digitalización y la inteligencia emocional. El veía que muchos Intelectuales hablaban enérgicamente de la «educación para el cambio» o de la «preparación de la gente para el futuro». Pero, virtualmente, nada sabían sobre la manera de hacerlos.
El comento que había dado la vuelta al espejo del tiempo, y había quedado convencido de que una imagen coherente del futuro puede darnos valiosas perspectivas sobre el día de hoy. Si no empleamos el futuro como instrumento intelectual, nos será cada vez más difícil comprender nuestros problemas personales y públicos.
Toffler nos menciona que casi invariablemente, el estudio de los efectos del cambio se centra más en el destino a que éste nos conduce que en la rapidez del viaje. El ritmo del cambio tiene implicaciones completamente distintas, y a veces más importantes, que las direcciones del cambio. A menos que captemos este hecho, no puede ser fructífero ningún intento de comprender la adaptabilidad. Como podemos ver mucho de lo que estos visionarios mencionaron hace unas décadas hoy está presente por lo que es totalmente aplicable, así que hay que tomarlo en cuenta para buscar la mejor adaptación al cambio que vivimos. Gracias