20 octubre, 2025
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Columnas

“La tarea: desafiar el futuro.”

Sin duda los esquemas que utilizamos actualmente no solo para ver, sino para llegar al futuro, se han transformado para poder aplicarse en un entorno que es distinto al que habíamos visto y vivido, lo que explica el crecimiento experimentado por la propuesta de Sohail Inayatullah sobre los estudios del futuro. Los estudios del futuro, junto al análisis de sistemas, se utilizan para comprender mejor los efectos de segundo o tercer orden de decisiones políticas concretas, por lo que esto ha derivado en el deseo de los gobiernos de encontrar información que pueda serles de ayuda para mejorar sus políticas, y buscar mejores herramientas para estudiar el futuro.

“Para muchos, la investigación futurológica no es más que un análisis o investigación de políticas a largo plazo, y no debería considerarse como un campo o discurso independiente. Sin embargo, hay una serie de diferencias reales e importantes entre la investigación del futuro y la investigación o análisis de políticas. La más significativa es que los estudios futurológicos crean futuros alternativos que convierten suposiciones básicas en problemáticas. Mediante el cuestionamiento del futuro, el análisis de problemáticas emergentes y los escenarios, lo que se pretende es salir del presente y crear la posibilidad de nuevos futuros. El análisis de políticas se preocupa de analizar la viabilidad de determinadas políticas concretas, sin poner en duda la totalidad del debate o el marco de la toma de decisiones”.

Por lo general, en la planificación y el análisis de las políticas, el futuro suele emplearse para mejorar la probabilidad de lograr una determinada política. Esto suele expresarse con la frase “prepararse para el futuro” o “responder a los retos del futuro”. El futuro descrito de este modo resulta singular y con mucha frecuencia se da por hecho. El futuro se convierte en un ruedo de conquista económica y el tiempo se transforma en la dimensión más reciente que colonizar, institucionalizar y domesticar. No obstante, la investigación futurológica pretende liberar tiempo para una técnica estricta, partiendo de la racionalidad instrumental. Se pregunta lo siguiente: ¿de qué maneras podemos “prever” el mundo? ¿De qué manera, por ejemplo, conciben el tiempo diferentes culturas, grupos y organizaciones? No es tanto “prepararse para el futuro”, como desafiar al futuro ortodoxo, abriendo la posibilidad de futuros alternativos. Una vez creados los futuros alternativos, los estudios futurológicos a modo de práctica tratan de desarrollar la capacidad individual y organizativa para inventar el futuro deseado.

No cabe duda de que el análisis de políticas es en sí mismo un campo dinámico. Por ejemplo, los nuevos modelos de desarrollo de políticas han tratado de ir más allá arreglándoselas como han podido (a medida que iban surgiendo necesidades o problemas), tomando decisiones a nivel racional-económico (objetivos materiales) y satisfaciendo (haciendo lo que se puede dentro de las limitaciones políticas y presupuestarias), argumentando fundamentalmente que dichas estrategias no resultan de utilidad durante los periodos de cambios rápidos y crisis dramáticas.

Lo de arreglárselas como uno pueda, en concreto, no resulta de utilidad en los momentos turbulentos dado que el cambio de políticas incrementales no ayuda a la organización o nación en cuestión a transformarse para cumplir las nuevas y drásticas condiciones. El modelo racional económico resulta de utilidad a la hora de fijar y alcanzar objetivos, pero no tiene en cuenta los esfuerzos extrarracionales. Depende demasiado de una serie de factores cuantitativos: se reafirma en los intereses propios de por sí y los intereses propios nacionales (equilibrio de poderes). La satisfacción, aunque aventaja a la implementación, no se pregunta si vale la pena realizar el trabajo. El interés por encontrar diferentes maneras de incluir la posibilidad de un cambio discontinuo, de pronosticar las tendencias antes de que surjan, ha tenido una progresión natural en la evolución de las ciencias políticas. Los estudios futurológicos encajan sin problemas en el esfuerzo por encontrar mejores formas de gobierno y negocio para incorporar lo desconocido a la toma de decisiones.

Mientras que los investigadores de políticas preferirían realizar una investigación del futuro que fuera a más corto plazo, inmediatamente ventajosa para la organización y enmarcada dentro del lenguaje de la organización, por lo general, la investigación futurológica suele estar menos preocupada por predecir el futuro y más por tratar de prever novedosas formas de organizar la manera de tomar decisiones y las personas que reúnen los requisitos para participar en dichas decisiones. Para ello, pide a los participantes que traten de visualizar su mundo organizativo ideal y, a continuación, les ayuda a crear estrategias para comprender ese mundo Además, desde una perspectiva crítica, sugerir que el encargado de formular las políticas debe tener claras las declaraciones de políticas para el futuro resulta, en cierto modo, simplemente banal. Las instituciones crean un lenguaje oscuro porque dicho lenguaje sirve a unos intereses concretos. En realidad es el análisis de esos intereses (y los mecanismos que se han empleado para buscar y mantener el poder) lo que se convierte en el vehículo para investigar qué imágenes del futuro son posibles y cuáles tienen posibilidad de hacerse realidad. En este sentido, la forma de mejorar las políticas o hacer que estén más orientadas al futuro, sin investigar los intereses políticos que subyacen a algunas de ellas, resulta igualmente banal. Las organizaciones permanecen centradas en el presente como burócratas y otras quedan al servicio de la estructura actual. Los intentos de crear nuevos futuros pueden socavar las estructuras de poder actuales. Como podemos observar en esta propuesta la frase del, cambio es la norma, está presente. Gracias

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