26 abril, 2025
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Columnas

TEXTOS SOCIALES Y OTROS ESCRITOS

Nuestra conversación con el otro (y con uno mismo).

Por: Angulo Torres Melchisedech.

 

A veces hay reencuentros con uno mismo, recorridos que hacemos cuando indagamos en nuestro interior. Nos es complicado definirnos por algo, por que sin darnos cuenta, hemos dejado de ser una cosa y estamos convirtiéndonos en otra. Nos explicamos en las experiencias, y gracias a diversas circunstancias que ya hemos vivido, o no.

Pasa igual a una edad mayor como en la menor, no importa si se es robusto o delgado; hay veces que nos cuesta recordar un rostro, el propio en algún caso; en un paseo por el parque con amigos, somos la última persona que nos llama la atención, por que es más fuerte la vorágine de ver que la de ser visto, aquí, en Francia y en China.

Los usos y costumbres, pues, son algo común a la época, pero la moral responde a un sistema de creencias; si las vestimentas también son un discurso y al final de cuentas tratan de dar un mensaje, la desnudez sería como nuestro último disfraz, así que podemos usar una capa roja o una chaqueta de cuero y no seremos los mismos.

La versión cada vez mayor de nosotros entabla conversaciones y diálogos con la persona menor que se fue, a ello le podemos llamar reflexionar, así es como el presente se comunica con por ejemplo, los últimos dos mil años que han pasado. Chocan las épocas así como lo hacen los agujeros negros; cuando dos miradas se encuentran es como si chocaran cuatro agujeros negros.

Y tal vez, lo único que hacemos es “papalotear”, cuando caminamos distraídos como desinteresados. Sin darnos cuenta que dejamos en el paso a alguien menor y tenemos enfrente tal vez a alguien mayor. Son inevitables los encuentros con uno mismo, dado que en algún momento, nuestro encuentro con otro (del que se puede derivar el pensamiento), es un encuentro con uno mismo.

De ahí la importancia del ser accesibles, la amabilidad es una virtud con la que no nacemos todos y más aún, se nos podría pasar la vida puliéndola y perfeccionándola; también es bueno pedir disculpas cuando hemos cometido una falta, por que como bien sabemos, “no hay perdón sin arrepentimiento”. Gran parte de nuestro carácter responde a las pasiones. Así y no de otro modo.

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