19 octubre, 2025
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Columnas

El Estilo de DIos: Es Una Expresión a Imitar

 

COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO

Víctor CORCOBA HERRERO/ Escritor

corcoba@telefonica.net              

(Su actitud es de sumar pulsos y pausas a golpe de corazón próximo, de compasión con pasión mística y de ternura a través de la visión del alma. Por ello, hemos de hacer de la vida un don, jamás una posesión, un desgaste y una entrega total, reproduciendo el amor que Él tiene por nosotros: de amarnos sin medida, con un resplandor que no se oculta y que ilumina las noches oscuras, con el rostro tan alegre, como sereno y sonriente).

 

I.- LA GNOSIS DE LA VERDAD DE DIOS 

 

El hecho de que la fe, ejercita

la aceptación de lo que uno es,

nos lleva a conjugar el espíritu;

reencontrándonos para ampliar,

una correlación entre análogos.

 

La evidencia vive en nosotros,

sólo hay que amarse de verdad,

entrar en razón y salir de aquí,

despojarse de mundo y elevarse,

con la gran sinfonía del retorno.

 

Regresar al Padre es revivirse,

volver a revolverse contra uno, 

observarse en la contemplativa,

para poder eclipsar la mentira,

y alumbrar nuestros interiores.

 

II.- DIOS, ÚNICA ESPERANZA DEL JUSTO

 

El ritmo del mundo me agota,

me incomodan sus ejecuciones, 

me molestan sus explotaciones;

sólo en Dios encuentro reposo,

porque de Él viene la entereza.

 

La marea de terrores me carga,

el mar de violencias me hunde,

y las olas corruptas me ahogan;

con Jesús me repongo el alma,

y con el sol de la mente, revivo.

 

Al renacer a los pies de la cruz,

se extingue la llama del pecado;

el Señor es la fuente de gracia,

el apego pleno para orientarse, 

la calma que nos colma de luz.

 

III.- LA PRESENCIA DE DIOS COMO POETA

 

Cristo nos cautiva y nos cultiva,

nos prende al verso cada aurora,

nos labora de amanecer a diario,

nos injerta la inspiración del ser,

pues su ser es nuestro ser con Él.

 

Nos reagrupa y agrupa cada día,

nos busca y rebusca por doquier,

nos requiere y nos quiere níveos,

que la pureza todo lo tranquiliza,

conciliando y reconciliando ojos.

 

En la mirada mansa está el aire,

el hálito divino que precisamos,

la ternura de la práctica cercanía, 

el ahogo del acoso de aquí abajo,

y el desahogo del soplo místico.

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