20 octubre, 2025
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Columnas

La revalorización de los saberes propios posibilita resignificarse

Ver los saberes que vamos adquiriendo a lo largo de la vida desde una
óptica diferente, en un contexto en donde la diversidad es vía de evolución,
abre la posibilidad de volver a significar con una preponderancia mayor
aquello que frecuentemente es demeritado y no debidamente asociado.
No es para menos, las sociedades occidentales actuales han colocado en el
pináculo de su expresión a todas aquellas conductas y entornos que emergen de
sus instituciones educativas, porque han depositado en sus aulas, la
responsabilidad de lo que han identificado como progreso.
En contrario sensu, aquello que proviene de lo que está afuera de sus escuelas no
es aquilatado con el peso que conlleva el saber liberador.
Debido a la predominancia de la visión mercantilista, solo de vez en cuando los
saberes de la vida cotidiana y de una actitud filosófica de educación permanente,
son revalorizados siempre y cuando se vinculen con la productividad y el ámbito
laboral.
Pero, ¿qué pasa con los saberes que posibilitan la convivencia humana?,
¿qué sucede con aquellas expresiones que nacen y se consolidan en los
valores y la profunda intuición?
¿Dónde queda la sabiduría que se decanta y fragua en la fusión con la Madre
Tierra y todos los seres vivos?
Pienso todo esto mientras me detengo en un brevísimo diálogo que sostengo en
torno al multiverso y a la transición intergeneracional con mi querido amigo, el
doctor Salvador Calva Morales, rector de la Universidad Mesoamericana
(UMA).
Al aire, en #Poesíaalasocho, frente al rigor que implica hablarle a un monstruo de
mil cabezas, Salvador comparte que le causa temor realizar operaciones
financieras a través de la banca electrónica, dice que se siente fuera de contexto
con los cambios tecnológicos interminables.

Extiende su sentir frente a todas aquellas situaciones propias de los llamados
nativos digitales.
Yo sonrío para mis adentros.
A mí también me da cierto nerviosismo realizar transacciones virtuales, más
cuando se trata de montos considerables.
A veces, yo también me siento descontinuado ante la velocidad del cambio
tecnológico.
Pero, sonrío, porque en mi interior se generan una serie de sentimientos
encontrados cuando pasan por mi mente ciertos pasajes recientes en torno a las
hazañas de mi querido Salvador.
Por su formación de médico veterinario y por su acendrado acercamiento con el
mundo circense, Salvador tiene contacto casi todos los días con fieras temibles y
especies exóticas.
Por ejemplo, hace poco vi a mi entrañable amigo convivir con tigres de bengala en
un recinto en donde solo se encontraban dos hermosos ejemplares y él.
En mis adentros me pregunté cómo era posible que un hombre que convive con
mamíferos carnívoros sintiera cierto pánico por realizar movimientos electrónicos
bancarios.
Sé que usted, amable lector, al leer mi narrativa argumentará las barreras de las
brechas generacionales y los cambios tecnológicos; quiero que usted sepa que yo
también lo tengo presente, pero, centré mi atención en el demerito que ciertos
saberes sufren frente a la predominancia lógico racional de nuestra sociedad.
Sí, gracias a los aportes de Howard Gardner, ya sabemos que las sociedades
occidentales premian y ponderan a las personas destacadas en inteligencia
lógica verbal y lógica matemática, por ello dejan en un segundo nivel a quienes
desarrollan otro tipo de inteligencia.
Por ejemplo, Salvador Calva es un genio en cuanto a la inteligencia
interpersonal y naturalista se refiere, pero, según la visión social predominante,
pareciera que de poco sirve.
Quien ha recibido múltiples reconocimientos y homenajes por su labor educativa y
humanitaria, en el momento de la charla se deja llevar por la inercia y se asume
como una especie de deshabilitado en el mundo actual; sociedad dirigida
primordialmente por las cuestiones informáticas y tecnológicas.
A veces olvidamos momentáneamente que nuestro desarrollo tiene mucho que
decirle y aportarle al mundo.

Digo esto porque Salvador, con mucho ha ido más allá de lo que aprendió en sus
años de estudiante de Medicina Veterinaria.
Sus aportes desde el campo de la veterinaria han revalorizado la vida animal y,
creo que está en condiciones de resignificarse a sí mismo y a los demás, frente a
una sociedad cada vez más mecanizada y automatizada.
La ideología predominante en el planeta ha pulverizado el sentimiento del
nosotros y la riqueza de la otredad, porque nos ha reducido a una condición
de minion desvalorizado.
Salvador, como tantas otras personas, poseen saberes adquiridos a lo largo de la
vida diaria, de la reflexión y de la vida profesional, pero que no necesariamente
van en el sentido de las directrices del sistema.
Amigo lector, ¿no le parece que es preciso ir a la conquista de la
revalorización de nuestros saberes y no renunciar a la resignificación de lo
que somos?
Vale la pena darse cuenta. Vale la pena intentarlo.

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