1 octubre, 2025
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Columnas

ALGO MÁS QUE PALABRAS

Compartiendo diáologos conmigo mismo.

 

Busquemos tiempo para crecer.

 

(Pararse para prepararse y darse para enmendarse).

 

I.-  DETENERSE ANTE EL CULTO A LA VERDAD.

 

Lo auténtico siempre nos mueve por fuera y nos conmueve por dentro, hasta vernos y conmovernos en la propia sombra diaria, para incorporarse a un ámbito de evidencia, con una actitud de asistencia y de escucha.

La verdad es el abecedario de los silencios, los silencios son la expresión del Creador; el Creador es el forjador de los mil sueños, sueños que se revierten de imagen y voz; voz que nos llama e imagen que nos llamea.

Todo ha de generar vida y hacerse camino,  con un fiel proceder de aprendiz en guardia, poniendo oído a lo que el Señor nos señala en la cruz, el efectivo afecto del leal amor, antes de que la mentira nos pare el corazón.

 

II.- CEDERSE A LA IDENTIFICACIÓN DE PALABRA.

 

Con un ánimo dócil y sensato, saboreamos el mensaje y sus conjugaciones universales, gozamos de esa cercanía de pensamientos, que nos hace sentir una mentalidad nueva, y alentar aquello que se opone a lo sufrido.

Dios en la palabra nos retorna a la mística, nos enternece con la visión del niño que fui, y nos estremece con la ternura de su vuelta, con la continuidad del tiempo y del espacio, forjándose luz en cada pulso y a cada paso.

No se nos requiere que seamos inmaculados, pero sí que estemos en vela y en movimiento, en disposición de crecer y en posición de ser, hijos de ese espíritu creativo que no muere; como ese olmo vivo en los labios del alma.

 

III.-  OFRECERSE AL ACOMPAÑAMIENTO.

 

No hay mejor ofrenda en vida, que el vivirse desvivido por los demás, ofreciendo el don de darse y de donarse en perenne clemencia, para hallar modos de unirse con  lo armónico, y de reunirse vinculados al calor del hogar.

La gran familia humana requiere acompasarse y acompañarse, atender el clamor del indigente y entender que hemos de correr a socorrerle, para hacerle más fácil la vida aquí en la tierra, y concebirle igual que a un hermano nuestro.

Acompañar la fragilidad es reabrirse al astro, al astro solidario del reconocimiento del otro, a la constelación de las manos que acarician, al asteroide de los gestos de heroísmo diario, a la gracia de Dios que nos crea y nos recrea.

 

corcoba@telefonica.net

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