ARMANDO VALERDI / avalerdir@hotmail.com
En este espacio trato de reflexionar acerca del cambio que vivimos y vemos en todos lados y rincones de nuestra vida, con el fin de entender las causas y efectos y en esa forma buscar la mejor manera de enfrentarlos. Uno de esos aspectos que más me ocupa para entender el cambio; es el humor, actitud y forma de expresarse y comportarse de los humanos en diferentes sociedades y espacios de las diferentes épocas, así como de la realidad actual.
Al respecto, en varias ocasiones he mencionado varias ideas de Zygmunt Bauman (1925-2017), considerado como uno de los pensadores más influyentes del siglo XX, además de ser el teórico y creador del concepto de la modernidad líquida, esa forma de organización social en la que nada permanece, en la que todo es fugaz, incompleto, indefinido, donde, en efecto, todo lo sólido se desvanece en el aire.
Bauman es un exponente cuya experiencia y percepción de vida nos garantiza conocimiento del comportamiento humano a través de su historia vivida. Sin duda sus reflexiones y analisis son importantes para poder contar con un enfoque más claro de los porqués del comportamiento humano en el desarrollo social actual, y las posibles condiciones que se pueden presentar debido a que gran parte de la actitud y conflicto social se debe al miedo humano por un presente incierto y un futuro vital aún más desconocido, y que Bauman conoce y enfoca con mucha claridad las condiciones que influyen esa actitud. Menciona que en este mundo globalizado, “todavía no se ha constituido una conciencia cosmopolita”, lo que lleva a la confusión e incertidumbre y provoca la confrontación y polarización social. Que el comportamiento actual de las sociedades se deben sobre todo a los “cambios sociales y de valores que han vivido las sociedades a partir de la segunda mitad del siglo XX”, debido a que “El poder ya no está en manos de la política, ha emigrado a otras instancias libres de todo control democrático, debido a que los derechos económicos están fuera del alcance del Estado; los derechos políticos se han reducido al pensamiento único de los mercados desregulados del neoliberalismo; y los derechos sociales son reemplazados por el deber individual de velar por nosotros mismos”.
Considera que “La fijación se determina hacia un mundo que sea capaz de garantizar al individuo un mínimo grado de estabilidad y de confianza en la sociedad que lo rodea”, porque el objetivo del individuo no es conseguir una sociedad mejor, tarea que se considera prácticamente imposible, sino conseguir una mejora de la propia posición dentro de la misma.
En una reflexión pasada comente acerca de la epidemia global de la nostalgia, que Bauman menciona en su libro Retrotopía, y en donde además argumenta que El futuro es, en principio al menos, moldeable, pero el pasado es sólido, macizo e inapelablemente fijo. Sin embargo, en la práctica de la política de la memoria, futuro y pasado han intercambiado sus respectivas actitudes, señala. “Hace tiempo que perdimos la fe en la idea de que las personas podríamos alcanzar la felicidad humana en un estado futuro ideal, un estado que Tomás Moro, cinco siglos atrás, vinculó a un topos, un lugar fijo, un Estado soberano regido por un gobernante sabio y benévolo. Pero, aunque hayamos perdido la fe en las utopías de todo signo, lo que no ha muerto es la aspiración humana que hizo que esa imagen resultara tan cautivadora. De hecho, está resurgiendo de nuevo como una imagen centrada, no en el futuro, sino en el pasado: no en un futuro por crear, sino en un pasado abandonado y redivivo que podríamos llamar Retrotopía. Bauman habla del temor a perder el empleo, a la multiculturalidad, a que nuestros hijos hereden una vida precarizada, a que nuestras habilidades laborales se vuelvan irrelevantes porque los robots sepan hacer -mejor y más barato- nuestro trabajo.
El resultado es una situación de “vulnerabilidad mutuamente asegurada”. De ahí también su última insistencia en trazar los contornos de la nueva geografía del mal, eso que él denominaba la adiaforización, la neutralización y banalización de lo éticamente incorrecto. El mal ya no reside solo en las guerras o en las ideologías totalitarias; se arraiga también en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás, como en la cuestión de los refugiados, o en las “orgías verbales de odio anónimo, cloacas virtuales de defecación en los otros y los incomparables despliegues de insensibilidad” que encontramos en Internet.
En su libro Retrotopía, en el capítulo 1, lo titula con una pregunta ¿De vuelta a Hobbes?, porque la agresividad humana endémica, que se traduce una y otra vez en una propensión a la violencia, no parece haberse atenuado ni, menos aún, apagado; está muy viva y siempre preparada para colear sin apenas avisar (o hacerlo sin previo aviso). Además enfatiza que en el curso del proceso civilizador, los actos de violencia humana fueron barridos de nuestra vista, pero no de la naturaleza humana.
Sin duda Bauman con sus ideas nos orienta sobre condiciones que vio y vivió en su vida rica en experiencia y conocimiento, por lo que hay que aprovechar ese aprendizaje y analizarlo para ver cómo podemos aplicarlo a nuestra experiencia de vida.
El presente y el futuro nos deparan grandes retos, pero creo que analizando, leyendo y escuchando ideas, opiniones diversas, nos facilitaran enfrentarlos.
Gracias
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