En una Plaza de San Pedro completamente vacía, la máxima autoridad de la iglesia católica, el Papa Francisco realizó una ceremonia para pedir por la crisis que enfrenta el mundo a causa del COVID-19.
Nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad. No podemos seguir cada uno por su cuenta. Nadie se salva solo. Que todos sean uno